En el 2014 cuando pasé por un periodo de tristeza agudo que, meses después fue diagnosticado como depresión, me pregunté muchas veces qué hacía diferente mi cerebro y qué pasaba si, por un momento, pudiese hacer un fino corte en mi cabeza, abrir el cráneo, sacar mi cerebro y examinarlo (creo que ese pensamiento estaba inspirado en la escena en la que Hannibal Lecter le da de comer una parte de su cerebro a Paul Krendler en Hannibal). No concebía que mi cerebro fuera normal, por eso en ese examen imaginario encontraba fragmentos negros que podía cortar con suma destreza y, al poner de nuevo este órgano en su lugar, todo estaría bien.
Los meses pasaron, no pude examinar mi cerebro, pero sí encontré información y me di cuenta que mi cerebro era normal y que, si acaso, podría presentar un pequeño encogimiento de acuerdo al artículo Cambios longitudinales en el volumen cerebral en el trastorno depresivo mayor o que podía tener la amígdala cerebral más grande de lo normal según la publicación Diferencias volumétricas cerebrales en la depresión clínica en asociación con la ansiedad: una revisión sistemática con metaanálisis.
Si no había partes negras, externas a mi anatomía, ¿qué pasaba?
Aunque popularmente se habla de la depresión como una falla en el neurotransmisor de serotonina en el cerebro, es algo un poco más complejo que esto. De acuerdo a Carlos Arnaud Gil, profesor de psiquiatría en el Tec de Monterrey, “la depresión no es deficiencia de serotonina. La depresión es la alteración de múltiples sistemas y de múltiples químicos: serotonina, dopamina, noradrenalina, cortisol, histamina, sistemas de crecimiento cerebral”.
De acuerdo a cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 3,8% de la población experimenta esta alteración. En esta cifra está incluido el 5% de los adultos (4% entre los hombres y el 6% entre las mujeres) y el 5,7% de los adultos mayores de 60 años. Y, a escala mundial, aproximadamente 280 millones de personas sufren depresión, cifra que aumentó en un 25% después de la pandemia del COVID-19.
En el caso de nuestro país, la OMS indica que + 4,7% de los colombianos padece de depresión, lo que equivale a 2,4 millones de ciudadanos y según el Observatorio Nacional de Salud, apenas 20% de las personas diagnosticadas con trastorno de depresión mayor reciben atención especializada en Colombia y solo uno de cada 10 colombianos con depresión toma el tratamiento adecuado.
¿Cómo se siente la depresión?
Cuando miro atrás y trato de recordar esa época (porque hay muchas cosas que no recuerdo) pienso en tristeza profunda y una dificultad enorme para hacer cualquier cosa, incluso levantarme de la cama, esto es porque el área particular del cerebro que se ve limitada por la depresión es el lóbulo frontal, que es la región cerebral vinculada con la planeación, por eso, uno de los efectos de la depresión es la falta de ánimo para realizar actividades.
Otros síntomas son irritabilidad, sensación de vacío, pérdida del placer o del interés por actividades, dificultad para concentrarse, sentimiento de culpa excesiva o de baja autoestima, falta de esperanza acerca del futuro, pensamientos de muerte o suicidio, alteraciones del sueño, cambios en el apetito y/o en el peso, sensación de cansancio acumulado o de falta de energía. Estos episodios abarcan la mayor parte del día, casi todos los días, durante al menos dos semanas, en ese momento se considera que se está pasando por un periodo depresivo y que es necesario consultar con un profesional en caso de que no se haya hecho antes.
Tratamiento
De acuerdo al artículo El origen de nuestro concepto moderno de depresión: la historia de la melancolía de 1780 a 1880: una revisión publicado en el 2020, el concepto moderno de depresión surgió alrededor de 1780, cuando era definido como un desorden en el estado de ánimo que incluso podría ocasionar una “locura parcial”, pero su historia se remonta muchos años atrás.
David Trejo Moreno, director de la Fundación Mexicana de Lucha contra la Depresión, cuenta que “si tú ves los pecados capitales, la descripción de la pereza, pues no es pereza sino depresión, esta parte de no hacer nada, de no querer levantarte no es pereza, si ves los síntomas es depresión” y, explica además que los antiguos griegos la denominaban “melancolía”.
Esta historia y su reconocimiento relativamente temprano como enfermedad han hecho que en la actualidad haya múltiples tratamientos: existen alrededor de 25 a 30 antidepresivos que son altamente eficaces y que no son dañinos para el organismo, es decir, no generan adicción. Pero este no es el único tratamiento, también hay estimulación magnética transcraneal, terapia electroconvulsiva, dosis controladas de ketamina; todos estos supervisados por un profesional. En cuanto a tratamientos psicológicos eficaces se encuentran la activación conductual, la terapia cognitiva conductual, la psicoterapia interpersonal y el tratamiento para la resolución de problemas.
¿Qué hacer si tengo depresión o conozco a alguien con esta enfermedad?
Soy fiel creyente de que hablar sana, lo he visto en mi misma y en personas cercanas, por eso brindar un espacio seguro de escucha activa y evitar juzgar es fundamental. Es importante entender que el paciente, seamos nosotros mismos o alguien cercano, necesita ayuda profesional que difícilmente puede ser reemplazada por otras actividades.
Acompañar, escuchar y estar atento a los estados de ánimo siempre serán partes importantes en estos procesos.