Perro Rojo – Ira

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David Barreto

Muchas veces ver una persona irascible desde lejos puede ser gracioso, o asustar, o causar lastima dependiendo de la situación, y en realidad todas esas perspectivas son válidas, porque el enojo produce esas sensaciones por naturaleza, es una emoción fuerte e intimidante y si se usa de manera incorrecta (como lo es en la gran mayoría de los casos) puede verse como una torpeza o inmadurez de parte del personaje en cuestión. Puede ser una persona gritándole a un mesero, puede ser un papa rompiéndole la consola de videojuegos a sus hijos, puede ser un acto de violencia desmedida en redes sociales, una protesta salida de control o cualquier otro escenario donde la ira es protagonista, en todos los casos la ira siempre será el mal ejemplo, la posición equivocada, el villano.

Pero, que pasa del otro lado, qué pasa cuando no estás viendo todo desde un punto de vista lejano, cuando no estás haciendo scroll buscando una risa o cuando estás en el salón de al lado donde tus compañeros se agarraron a golpes, que pasa cuando tú eres el portador de la ira, cuando eres el que golpea la mesa, el que alza la voz, el que genera el desprecio que otros reciben, cuando eres el culpable. Bueno, en ese caso la respuesta es más complicada que unas risas o un rechazo, tú eres el problema, tú eres el personaje a evadir, tú eres el aislado y el que aísla, y eso te lleva a tomar una de las posturas más difíciles en las que una persona puede encontrarse, aceptar que tú eres el único responsable de que la situación cambie, que la culpa no la tiene el tráfico, no la tiene el mal cliente, no la tiene la cosa que se cae, la persona que no entiende, la culpa la tienes única y exclusivamente tu.

La sensación es bastante desagradable, es como vivir en inconformidad constante, cualquier cosa puede y te hará estallar, así como cuando pasas por el lado de una cerca y de golpe un perro sale a ladrarte, no entiendes porque, no entiendes que lo incito, el perro simplemente se lanza hacia ti y te ladra, pero aquí el perro lo llevas por dentro, te acompaña a todos lados, siempre está contigo en todo lo que tú haces, gruñendo, mirando desde atrás, esperando la oportunidad para lanzarse a la primera pequeña cosa que suceda para ladrarle, a tu vecino, a tu jefe, a tu empleado, a tu amigo, a tu pareja, a quien sea, y el efecto es exactamente el mismo, el perro ladra y las personas se alejan.

Pero ¿por qué?, ¿por qué las cosas externas que claramente disparan tu enojo no son las culpables?, porque hay que entender que las cosas que pasan, pasan, siempre van a pasar, lo malo siempre van a suceder, las cosas siempre se van a caer, a las 6 siempre habrá tráfico y difícilmente las personas siempre te van a entender. Entonces, ¿La solución está en aceptar todo tal cual como esta e ignorar la ira que te corroe por dentro?, nada más lejos de la realidad, y aquí es donde eres tú el culpable, el no entender que la ira no es parte de ti, no es tu personalidad, es un síntoma, así como la fiebre lo es a una infección y los ojos llorosos son a la alergia, la ira es un síntoma de que algo no está bien, es tu naturaleza expresando el inconformismo ante algo que sucede en tu interior.

Una forma de visualizarlo es como un recipiente, imagina que este está lleno de agua hirviendo, y ahora viertes más agua hirviendo en él, esta se riega y quema todo alrededor, luego viertes más y de nuevo todo se quema a su alrededor, el problema no está en el agua hirviendo o en que se riegue, el problema en primer lugar es que el recipiente estaba lleno, ¿Con que?, esa es la tarea que toda persona irascible debe trabajar, puede ser estrés, resentimiento, cansancio, desprecio, frustración, depresión, miedo, ansiedad, o todo eso junto, a menos de que identifiques cada uno de esos factores y los soluciones, la ira no se va a ir de tu lado, el perro rojo nunca va a desaparecer.

Ahora, ¿de dónde estoy sacando todo esto? Bueno, el último año ha sido un gran aprendizaje personal en este ámbito, quizá aprendí más en este año que en los últimos diez, y no fue necesariamente agradable o tranquilo, pero una época turbulenta en tu vida te puede arrastrar a perspectivas, lugares y entendimientos que pueden cambiar fuertemente tu visión de todo y de ti mismo, ver el mundo a través de los ojos de quienes te percibieron en un mal momento te arruga el corazón un poco, te hace meditar en tus acciones y en que pudiste hacer mejor o qué pudiste resolver de otro modo y te puedes quedar ahí en una espiral de ansiedad infinita que te devuelve al punto de inicio y no, no es la idea, lo que se puede hacer en este caso es mirar hacia adelante, aprender de todo lo que viviste y como si tuvieras un manual escrito por ti mismo, seguir mejorando, nunca soltar el control, evitar los viejos errores o arreglarlos cuanto antes y hacer de ti y de tu entorno un lugar un poco mejor, un día a la vez.

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